Besos prohibidos  

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Pareciera que los lugares arquitectónicos y urbanos, no son solo muros. Tienen cargada la energía de los que la habitaron y definieron.
Pareciera que no importa si se lavan las paredes, se cambian partes, se destruyen muros, siempre queda la energía que lo habitó.

Si no fuera así ¿Cómo podría ocurrir nuevamente la prohibición de besos en una ciudad?

Entre montañas y ríos, en el fondo de la ladera a 2000 metros de altura se encuentra Guanajuato.
Ciudad mexicana histórica y colonial. Declarado patrimonio de la humanidad por Unesco en 1988.




Ya en sus orígenes, en 1542, se revela a la ley de indias. Su geografía montañosa y la tentación de la plata para la corona, vencieron a la cuadrícula española.

Construida solo para extraerle su plata, se revela formando artistas e intelectuales. Diego Rivera, uno de sus hijos. Su universidad.

Cada espacio, cada calle, son producto de esta lucha entre la norma establecida y la vida real. Entre la imposición contra – natura y la libertad natural de ser.

El resultado, una ciudad con espacios para ser vividos. Una ciudad para sorprenderse en cada esquina, donde nada se repite, sus espacios han sido definidos por adaptación a la topografía y a las múltiples actividades de su pueblo.
No hay un “orden” externo. Responde a una vida interna.
Una ciudad que no se ha dejado vencer por el auto. Sus callejones y topografía le han jugado una mala pasada. Aunque algunas partes de sus montañas han sido perforadas por túneles para permitir su llegada.

Esta forma, particular, de crear espacios para habitar, también, escode historias, mitos y leyendas urbanas. La de la bufa, el baratillo, el general, el célebre pipila, las momias, y una de ellas, de amor.



Ubicado en pleno centro de la ciudad, a las faldas del cerro del Gallo, en una barriada que ya existía en el siglo XVIII. Se encuentra el “callejón de los besos”, de sesenta y ocho centímetros de ancho entre balcón y balcón.
Dice la leyenda que allí habitaron dos jóvenes, una rica y española, y otro pobre y minero. Ana y Carlos. Uno a la izquierda y otro, a la derecha.

Esto nos muestra otro secreto. Era una ciudad que había logrado revelarse, también, a la segregación. No habían podido imponerle dónde vivían los ricos y dónde vivían los pobres.
Este fue el peligro que determinó la tragedia.

El callejón y sus balcones casi se tocaban, se invitaban. Sus flores y enredaderas se rozaban con la brisa.
De balcón a balcón, detrás de ventanas y plantas, dos miradas se cruzaron. Dos ansias de ser florecieron. Besos, abrazos y manos entrelazadas tendieron puentes de pasión.

Su amor fue prohibido. La sociedad, su moral, y el padre de Ana habían planificado otro destino.

La norma decía que ella no debía amar. Ella debía ser esposa, dejarse “cazar”. Dejar de ser, por proveer. Tierras y riquezas es el precio. La excusa, “la moral”.

Ellos no obedecieron la norma, ellos explotaron de amor. El callejón estrecho y sus balcones eran sus aliados. Era su escondite de ardor.

La policía y el buen vivir la condenó. Su padre la ajustició. Con la muerte lo pagó.
Una cobarde daga por la espalda en pleno acto de amor.

Lo curioso, es que algo quedó, algo que no se ve, sólo se siente.
Dicen que sólo es perceptible por los enamorados. Para los que sienten libertad.
No pudieron matar el amor.

Por eso sus muros, dicen, son mágicos y hacen florecer amor. Lo hacen fuerte e invisible.
Lo protegen de dagas y normas. No está prohibido el amor.





Hoy, son muchos, los que aprovechan la leyenda para animarse a robar un beso apasionado a una amiga, a la que sueñan en secreto, o a esa persona que aman y no quieren perder.
Todos anhelan llevarse quince años de felicidad. O, al menos, un beso, un buen beso.
Es por eso que cientos de parejas día a día hacen cola para poder besarse en el tercer escalón.

Todo iba bien y el amor fluía hasta que en Enero del 2009, El bando de policía y el “buen gobierno” del Municipio de Guanajuato decidieron decretar unas normativas para el “buen vivir”. La excusa, la “moral”.

“Será penado con multa de mil quinientos pesos y cárcel de treinta y seis horas” toda manifestación de amor y tocamiento obsceno y expresarse “inadecuadamente” ofendiendo la moral del individuo y la familia en el artículo 36.
-Se prohíbe ser pobre, tener hambre y pedir limosna, especialmente si es un niño o discapacitado, con el artículo 86.
-Se prohíbe trabajar en la vía pública, con el artículo 85, o con el 108 no se puede comprar alimento.

Son las normas sociales y morales, para que haya más respeto de todos para con todos”. Dictamina el bando de policía y buen gobierno, como les gusta denominarse y el intendente Romero Hicks del conservador partido del PAN.

Los enamorados, los jóvenes, las familias de Guanajuato, han salido a la calle, han salido al callejón del beso, y todos juntos, desde ese momento no han parado de besarse.
Gritan, “por amor a Guanajuato”. “Prohibido prohibir”.

No los doblegarán la magia del callejón del beso los protegerá.
Los hará más fuertes.
Más felices y más amados.

Mariana Enet 18 de Enero 2009


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Comercio en el centro histórico de Lima  

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El otro chino, le dicen. Es del grupo Fujimori.
Ex empresario, ex especulador urbano, ahora político, es más efectivo.
“Desarrolla” centros comerciales en el centro histórico.

Demuele edificios antiguos para crear modernidad.
Templos capitales.

Comercio importado, todo por un peso.

Edificios antiguos, hace años, abandonados por la aristocracia.
Hoy sostenidos por los que no tienen derecho oficial de habitar.

Ocupantes e inquilinos, les llaman.
Grandes quintas, antes, habitadas por una familia. Hoy por una comunidad.
Inquilinos que hace más de 20 años sostienen los muros derruidos.
Hoy las quintas, son clasificadas y protegidas.
Son patrimonio arquitectónico.
No los inquilinos, cuidadores de su agonía.

Las normativas dicen que los patrimonios no se pueden tocar,
Los derechos dicen que las familias tienen derecho a habitar.
Las finanzas dicen que las familias no pueden mejorar.
Los técnicos dicen que padecen precariedad,
Las familias que es su lugar
Todo permanece, todo se cae, todo se sostiene con el pobrerío.

El otro chino, no puede esperar.
Terrenos necesita para modernizar.

Las voces entre muros susurran historias tapadas de exclusión
Historias protegidas
Historias repetidas

Manda sus matones a ocupar
Algunos se van
Manda sus matones a asustar y comprar
Algunos se van
Manda sus matones a romper y pegar
Algunos se van
Manda sus matones a robar
Algunos se van
Manda a sus técnicos a cortar el agua
Algunos se van
Manda a sus técnicos a declarar riesgo eléctrico
Algunos se van
Manda a sus matones a incendiar
Todos se fueron

Sus comunicadores relatan
Otro edifico histórico precario se incendia por fallas en las instalaciones eléctricas

Pronto se olvida

Sus comunicadores vuelven a relatar
Empresario inaugura un nuevo centro comercial como el centro de Lima merece.

Mariana Enet. 2 de Enero de 2009

La Quinta Heeren  

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Antiguamente habitado por la aristocracia. En el siglo XX por músicos, intelectuales y bohemios. Actualmente por los expulsados del sistema, que se aferran a las quintas derruidas como única opción de habitar la ciudad.



Desde la altura y desafiando el rígido damero hispano, los “Barrios altos”, ocultan tras sus ajados muros historias de esplendor de la época del virreinato.


Uno de sus tesoros más ocultos, que sólo algunos logran distinguir hoy, es la Quinta Heeren.

Constituida por un conjunto de mansiones de estilos alemán e inglés, con una plaza diseñada paisajísticamente, con esculturas, un puente, y restos de un zoológico privado que albergaba aves exóticas.


Construida por un alemán Oscar Augusto Heeren, en 1880, cuya nieta se casó con José Pardo y Barreda que fue presidente del Perú, y se establecieron en el 1900.


La belleza del conjunto de mansiones y los personajes que las habitaban también atrajo a varios embajadores. Todo era lujo y sofisticación


Todo esto quedó atrás. Hace muchos años que sólo es habitada por inquilinos.
Es una extraña joya en medio de los barrios altos sumidos en la violencia y la degradación.


Separada de la calle por un viejo y lujoso portón de rejas, con su casilla y guardián, como queriendo diferenciarse del olvido y marginación que la ciudad civilizada les destina.

Conserva su aire de señorío, ahora maltrecho y desvencijado. Como un aristócrata venido a menos con su ropa remendada pero con su andar distinguido y orgulloso.


Los vecinos no permiten que caiga, sostenida por puntales, por sus hombros, por sus esfuerzos y por su vida, ahí está todavía erguida.



Su plaza, símbolo de su distinción en otros tiempos, sigue viva y de brillantes colores por el cuidado amoroso de los vecinos.
Como burla de su actual destino, su aparente distinción, ha sido utilizada para famosos teleteatros que maquillan su esplendor.







Sus habitantes, no son menos particulares y especiales, pareciera que hubieran absorbido el espíritu de políticos, artistas e intelectuales, que se niegan a morir.


Muchas historias hay pero, por ahora, contaremos una.

vive hace años una querida amiga, Banca Carranza con su hermana.

Banquita como le decimos por cariño, esta ya entrada en años, pero su ágil cuerpo, movilizado por su energía vital nos engaña.

Ella nos cuenta toda la historia, no oficial, de los barrios. La historia no contada de los pobres que hace años sostienen las mansiones. Los tiempos que fueron mejores y cómo todo fue cambiando.

Cuando vamos a Lima no nos perdona que no nos alojemos en su casa y compartamos sus luchas como dirigente social.


Las noches y los días se hacen cortos para contarnos estrategias, sueños y rebeldías para preservar este espacio peculiar de la ciudad, y sobre todo, el derecho a habitarla por quienes la cuidan y la sostienen.



Su casa siempre está llena de mujeres y varones, de los barrios altos, de otras ciudades de Perú y de América Latina. Son dirigentes de organizaciones. Son conocedores y promotores de leyes. Saben que tienen derecho a seguir viviendo en las casas que los vieron nacer, reír y llorar.


Como otras quintas de los Barrios Altos, son consideradas monumentos, no sólo por el Municipio de Lima, sino, por organismos internacionales como el Word Monument.

Sus antiguos dueños que antes las desdeñaban, hoy analizan nuevos destinos de transformación.
Esto es bueno, pero es malo para los que los habitan. Su virtud, es su castigo.

Políticos, descendientes de los Heeren, desarrolladores urbanos y empresarios, todos tienen planes, pero en sus planes no está las familias que hoy la habitan.
No está Blanquita ni sus compañeros. En realidad, si están, están para ser erradicados.


Blanquita dormía plácidamente una noche junto a su hermana que hace años cuida por una vieja enfermedad. La puerta comenzó a ser golpeada violentamente, entraron matones armados y sin mediar palabra la tiraron a ella, su hermana y sus cosas a la calle.
Con estupor casi sin poder despertar de lo que creía una pesadilla, fue arrojada sin piedad, bajo el cumplimiento de una supuesta orden judicial.

Al igual que para la quinta, para Blanquita, su fuerza y su lucha es una virtud y también es su castigo.

A Blanquita y a los que habitan la quinta no lograron arrancarlos de su lugar.

Blanquita sigue luchando, sigue al lado de su casa en una habitación que le presta un vecino.
No está sola, están todos los que habitan la quinta, los que habitan los barrios altos, los que son excluidos en otras ciudades y todos los que creen que el derecho a habitar no tiene que ver con números y letras legales.

Tiene que ver con la vida, y la vida que le dan a los monumentos.
Seguimos en lucha, seguimos vivos.

Mariana Enet. 3 de Enero 2009.

VER DESALOJOS COMPULSIVOS EN EL CENTRO HISTÓRICO DE LIMA

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Arquitecta Magister en Desarrollo Urbano Especialista en Hábitat Popular Investigador y consultor en temas de Hábitat Contacto: marianaenet@gmail.com